B.4
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“La peor prisión es un corazón cerrado”
San Juan Pablo II
Nuestros cuentos
La realidad es la manera en la que las cosas son, no la manera en la que te gustaría que fueran...
La realidad es aquello que acontece de forma verdadera o cierta, en oposición a lo que pertenece al terreno de la
La vergüenza, como mecanismo de aprendizaje es un comportamiento adquirido y cultural que los más jóvenes utilizan para aprender a convivir dentro del grupo. Los comportamientos que activan la vergüenza varían según la cultura pero el sentimiento en sí, es universal en todos los seres humanos. Por lo tanto, es normal que los niños sientan vergüenza de forma pasajera. Gracias a ella aprenden a convivir con el resto de personas, pues se refuerza de un modo negativo el incumplimiento de una norma social.
Pero ¿qué pasa si castigamos a un niño después de una situación que le hace pasar vergüenza? En este caso, el miedo se suma a la vergüenza y, en lugar de aprender, se sentirá solo y defectuoso. Esta mezcla de emociones desencadena un sentimiento de incomprensión y de no ser suficientemente bueno para ser amado.
Si con cada trasgresión, el niño recibe un castigo o regañina, puede desarrollar lo que se conoce como vergüenza tóxica.
La vergüenza, como mecanismo de aprendizaje es un comportamiento adquirido y cultural que los más jóvenes utilizan para aprender a convivir dentro del grupo. Los comportamientos que activan la vergüenza varían según la cultura pero el sentimiento en sí, es universal en todos los seres humanos. Por lo tanto, es normal que los niños sientan vergüenza de forma pasajera. Gracias a ella aprenden a convivir con el resto de personas, pues se refuerza de un modo negativo el La vergüenza tóxica es una emoción negativa que experimentamos como rechazo a ser nosotros mismos. Cuando la sentimos, se trata de algo más o menos permanente en lugar de pasajero; y nos transmite la idea de que no somos suficientes, y de que no somos merecedores de éxito, amor o respeto.
¿Cómo podemos evitar que los niños desarrollen la vergüenza tóxica?
Reprime la necesidad de ridiculizar o avergonzar de forma sutil y aparentemente inofensiva. En lugar de criticar, lo mejor es empatizar y poner un límite de forma positiva.
Sé un ejemplo del comportamiento que pretendes inculcar. Somos un modelo para nuestros niños, de manera natural, aceptan que nuestros comportamientos son lo socialmente correctos. Si tú gritas, ellos no podrán dejar de hacerlo.
Aborda con naturalidad todo tipo de conversaciones. Los secretos siempre son motivo de vergüenza. Aquello de lo que no se habla, queda relegado a la oscuridad y provoca más daño. No evitar temas de conversación, siempre adaptando el vocabulario de forma apropiada.
Educar con límites positivos. Cada vez que establecemos un límite de forma positiva, el niño pone en marcha el mecanismo natural que controla sus impulsos y desarrolla las conexiones neuronales necesarias para dominarse. Si se siente criticado, se resistirá.
Evitar los castigos excesivos. Intentar mostrar empatía.
¿Qué es el apego?
Se considera que los niños tienen apego si son proclives a buscar proximidad con, y contacto hacia, con un cuidador específico en momentos de angustia, enfermedad y cansancio.
El apego es una importante piedra angular para el desarrollo de la vida del niño y posteriormente durante toda su vida.
Los seres humanos han nacido con la tendencia innata de apegarse a una persona protectora que lo cuida. Los padres sensibles provocan el apego seguro de sus hijos. Otros se encuentran en una relación de apego inseguro.
Tipos de apego:
En el apego seguro, las rupturas momentáneas del vínculo resultan sanas y permiten un aprendizaje y una autonomía del niño, que aprenderá paulatinamente a regularse por sí mismo en el ámbito social en ausencia de sus educadores.
En el apego evitativo, el niño acomoda su comportamiento a lo que cree que sus padres esperan de él. Su comportamiento se basa en la inhibición de sus deseos. A veces provoca enfermedades somáticas, ansiedad o conductas impulsivas (adiciones, anorexia…)
Las personas con apego ansioso basan su conducta en sus sensaciones y están siempre activadas. Tienen a sufrir trastornos de pánico, obesidad o bulimia, ansiedad, depresión…
La situación de inversión de roles, negligencia en el cuidado y abandono real o emocional, llevan al niño a vivir constantemente invirtiendo mucha energía en sostener el vínculo del apego, lo cual crea unas características psicológicas, conductuales y emocionales que hacen que desarrolle una alta ansiedad ante cualquier estímulo que le suponga amenaza, sobre todo en cuanto a su vinculación con los demás.
La culpa es una emoción moral reguladora de la conducta pero no se puede abusar de ella.
La culpa es una emoción secundaria que se aprende. Aparece cuando algunas pautas de conducta que tenemos interiorizadas, no se cumplen. Tiene que ver con transgredir una norma que hace daño a otro; por lo tanto, en principio es adecuada. Lo que no es correcto es abusar de ella. Va asociada a la responsabilidad.
Si eres responsable de lo ocurrido es bueno sentirte culpable. Si lo que ha ocurrido no depende de uno, por ejemplo, la separación de los padres, no es bueno sentir culpa.
Otro aspecto, es echar la culpa a otro en lugar de asumirla.
El miedo es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. En el modelo de psicología profunda, el miedo existente corresponde a un conflicto básico inconsciente y no resuelto al que hace referencia.
Es un sistema de alarma que se activa en nuestro cerebro cuando detecta una posible amenaza. Un sistema de protección de nosotros mismos.
En el momento en que racionalizamos el miedo, pasa de ser una emoción a convertirse en un sentimiento.
El miedo es un esquema cerebral de adaptación al entorno y constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, el cual le permite a la persona responder ante situaciones adversas con rapidez. En ese sentido, es normal y beneficioso para todos los seres vivos tener miedo. Los miedos no se pueden heredar pero sí enseñar.
“Aprendí que el valor no es la ausencia del miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino el que conquista ese miedo”
Nelson Mandela
Si alguien intenta hacerte sentir culpable, descubre qué es lo que realmente quiere de ti y si puedes ayudarle.
Si has cometido un error, trata de enmendarlo. Si otra persona ha resultado perjudicada, pide perdón, y, si es el caso, compénsala. Reflexiona sobre lo que has aprendido y olvida el incidente.
Cuando estés avergonzado, admítelo. Sentir vergüenza es humano; no tienes por qué ocultarlo.
Cherry Hortman
Llena tu corazón con tantos pensamientos agradecidos que no dejen espacio a la preocupación y el temor.
Ten en cuenta tus sentimientos de aprensión o recelo: pueden estar advirtiéndote de un peligro (real o imaginario), y eso merece tu atención.
Cuando alguien solicita tu atención y no puedas atenderlo en ese preciso momento, no te sientas culpable por decir que no. Puedes ser igualmente atento reconociendo tus propias limitaciones. “NO”, puede ser también una respuesta amable.
Orienta la brújula de tu alma hacia el perdón. Esto te ayudará a encontrar el camino para evitar el rencor.
Un corazón agradecido aparta la mente del temor y de la desesperación dirigiéndola hacia el amor de Dios.
El perdón es una forma de manejar el enfado o la ira cuando alguien produce un perjuicio en nuestros derechos e intereses. Estas emociones tienen una función protectora y nos ayudan a defender nuestros límites y nuestra integridad. Sin
embargo, en ocasiones enquistarse produciendo sentimientos más complejos como el
rencor y el odio.
A todos nos han hecho daño alguna vez a lo largo de nuestra vida. Insultos en el patio, malas contestaciones d compañeros, decepciones de amigos, infidelidades… La lista de ofensas y agravios puede ser tan larga como queramos. Es normal que ante estas situaciones nos enfademos, nos sintamos heridos e incluso desarrollemos sentimientos de odio hacia el otro. Sin embargo, si no trabajamos sobre estas emociones, pueden enquistarse y acumularse, generando una colección de “espinitas clavadas” que nos limitan en el momento presente y condicionan nuestras relaciones personales. Para
poder disolver las consecuencias emocionales tenemos que adentrarnos en el perdón. El perdón es una decisión, no un sentimiento. Podemos elegir perdonar.
Es un intento saludable de hacer frente a los resultados negativos causados por los agravios de otras personas o por comportamientos incorrectos por parte de uno mismo.
Mediante el perdón, las personas reducen las respuestas negativas hacia sus transgresores, encontrándose más motivadas a mostrar comportamientos positivos en su lugar. Pero perdonar no es negar.
Perdonar significa entender que hay otras opciones diferentes a mantener el resentimiento y dolor que nos provoca el daño causado. Perdonar no significa necesariamente retomar la relación que nos ha dañado, si no estar dispuestos a gestionar las emociones que nos mantienen atrapados en situaciones del pasado. Es un proceso difícil que nos llevará tiempo.
Perdonar ayuda a generar un nuevo significado de la situación de agravio, lo cual incrementa nuestra sensación de bienestar, e incluso nos ayuda a prevenir problemas psicológicos.
El mayor beneficio del perdón es la liberación, es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos. No liberamos al otro, nos liberamos del resentimiento, de ese “hacer presente” y revivir el dolor del pasado.
“No puedes hacer daño al culpable no perdonando, pero puedes liberarte perdonándolo”
Juan Nieto
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